marcela gasperi


Revista Teorema 2016



ENTREVISTA A MARCELA GÁSPERI


por Melisa Lett  ARTE AL DIA

Considero que para el artista no hay fronteras, no hay distancias. El verdadero artista tiene una percepción totalizadora, disuelve esas fronteras, ve más allá; es un proceso constante. Por eso no puedo dividir mi obra en etapas, sino más bien puedo pensar mi obra en un proceso, un devenir permanente, donde uno va construyendo constantemente. Tal vez uno está en proyectos diferentes, en productos que se van desprendiendo de otras producciones, pero definir y cerrar… considero que para un artista no va.

¿En qué estás trabajando por el momento? Estoy en una serie de obras que se llaman “Sube y Baja”, donde todo puede estar en un momento arriba, como en un momento abajo, de acuerdo a la mirada y la ubicación del espectador. La vida siempre va cambiando y te puede colocar, en sólo cuestión de segundos, tanto arriba como abajo. Tanto en mi obra como en la educación, trabajo con la incertidumbre, la transformación, el cambio, la sorpresa, el asombro.

¿Cómo se da el proceso de creación de tu obra? Mi obra tiene que generarme primero a mí, sorpresa y asombro, para después ver si al espectador también le puede generar algo distinto. Porque yo también me considero espectadora de mi obra. Hay distintos momentos: una cosa es cuando el artista está creando y ahí hay una relación artista- obra, otra que es la más difícil que es cuando el artista se coloca como espectador de su trabajo y ahí es cuando se toma conciencia si realmente la obra ha ido delante tuyo. Considero que una obra es realmente sincera si logra sorprender, si ha roto los límites que uno pueda imponerle al comenzar el proceso de creación. En el arte no hay metas establecidas ni uno parte de una idea establecida, sino que simplemente parte de alguna intuición. Uno se deja llevar por la imaginación y la obra se va construyendo a través de ese proceso donde entra en juego nada más que el dejarse llevar.

¿Y qué camino sigue tu obra? Un camino indefinido. Una vez que puede ponerme del otro lado como espectador de mi obra, empiezo a descubrir, encontrar, a develar pistas que me llevan a nuevas obras y ahí se establece un diálogo entre yo, artista, y la obra. Creo que es la obra la que tiene que hablarle al artista, reclamando las necesidades para las próximas obras. Es por eso que uno no puede delimitar o cerrar la producción. Juego mucho con la transformación. Al igual que una obra mía puede transformarse constantemente, invito también al espectador a que la modifique. Las últimas muestras que he realizado eran interactivas, ya que el espectador podía armar nuevas obras a partir de las que estaban expuestas; entonces la obra dejaba de ser mía. Recuerdo que me dejaban carteles que decían: “Esta obra fue realizada por tal y tal persona…”. Esto es fuerte porque ya no sólo el espectador puede transformar la obra en una nueva, sino que la obra puede modificar al espectador desde varios lugares, desde la imaginación, desde la emoción, desde sus sentimientos y también desde el hacer. El asunto es cuánto está dispuesto a involucrarse, el espectador, dentro de la obra.

¿Te planteaste como propósito que la obra sea lúdica? Los propósitos surgen no de una forma mental. Cuando estoy creando no estoy pensando racionalmente en qué voy a provocar en el espectador, la obra sola tiene que generar eso. Es decir yo no me propongo hacer algo lúdico, sino que lo lúdico nació a partir del alma de la obra. Primero empecé a trabajar desde la pintura, la misma comenzó a salir hacia el espacio y se transformó en algo tridimensional hasta llegar también a ser objeto y ser algo lúdico. Todo, a partir de la fragmentación y la estructura de la fragmentación. Y el poder de reflexionar de mi obra me llevó a que esos fragmentos pudieran modificarse de lugar y conformar una unidad que sea una totalidad. A partir de esos fragmentos que podían moverse y jugar, dialogar entre ellos de una forma distinta, conformando diferentes mundos, la obra me llevó a lo lúdico. No me propuse que mi obra sea un juego. La necesidad de la obra, sus reclamos, me llevó a que sea lúdica, es decir no es algo impuesto. En momento se puso mucho de moda hacer arte-juego y actualmente hay muchas exposiciones acerca del tema. No estoy muy de acuerdo y no participo en muestras donde hablen sobre el juego como algo impuesto; el juego no se impone, es libre y está en constante movimiento, transformación. El juego es algo serio que tiene sus propias reglas y se las establece en el momento del juego y mientras dure ese juego. Entonces no puede ser algo cerrado e impuesto.

¿Qué es el arte para vos? El arte es mi vida. Yo no puedo separar mi vida de la producción. El recorrido de mi vida y de mi obra es el mismo. Tengo una percepción totalizadora por eso me es difícil separar vida, obra, enseñanza. Para mí es todo una unidad. Yo no soy de los artistas que considera que uno tiene que estar trabajando veinte horas, produciendo. Para mí el artista es aquel que tiene una visión totalizadora y una percepción única de la realidad. Es el que vive creando, es decir tiene una actitud constantemente creativa frente a la vida que trasciende el taller .Por ejemplo como vos pelas una papa puede ser una forma única de hacerlo, creativa.

¿Qué es la inspiración, entonces? La inspiración no existe y tampoco creo que es puro trabajo impuesto de horas. Es decir el tiempo no existe, es una frontera y una imaginación impuesta. Y para el ojo del artista no existe la frontera. Uno tiene una visión más allá de los bordes y las superficies de los objetos si puede ver más allá, captar su interioridad y sumar la relación de ese objeto con otro objeto, es decir una visión en red, y así con esta mirada se va construyendo constantemente una red y una totalidad y se está todo el tiempo creando. Entonces la obra viene, se decanta sola, no hay que sentarse y esperar la inspiración, la idea, el tema. En muchos talleres se trabaja a partir de temas y disparadores, y no comparto esta metodología. Creo hay que trabajar desde los reclamos del alma y de cada individuo que es único, con su forma de ver el mundo que es diferente y hay que respetar.

¿Qué tipo de formación tuviste? Desde muy niña, a los siete años, dibujaba y pintaba y nunca más paré hasta que empecé la Pueyrredón, donde ocupé un lugar y hoy trabajo como titular de una cátedra. Considero que mi formación va más allá de la academia donde estudié. Mi formación tiene que ver con un camino más interior, es decir una actitud reflexiva sobre la mirada del mundo y de mi obra. Después de terminar la Pueyrredón, intenté seguir estudiando en academias, pero me di cuenta que no, que tenía que seguir mi camino sola y en eso consiste y es lo que enseño a mis alumnos, aprender a estar solo y desde esa soledad, crear. Saber escucharse y enfrentar los miedos, disfrutando de esa soledad y ese aprendizaje interno. Y a partir de allí fue creciendo mi obra con una poética personal y una forma original.

¿Cómo fueron tus comienzos? Recuerdo que no fue fácil. Cuando ingresé en la academia, en el examen de ingreso tuve una discusión con un profesor. Te hacían unas preguntas de cultura general y al preguntarme para qué quería venir a estudiar al Instituto, le contesté que quería ser artista, recuerdo que enojado me dijo de todo: “Usted no sabe que este es un profesorado, no formamos artistas, sino profesores…” Y me empezó a tirar abajo. Igual ingresé y lo hice con una de las mejores notas. Entré sin problemas, pero la que no quería seguir era yo, me había decepcionado tanto. Igual seguí y me enamoré de ser profesora, de lo que es la pedagogía y estoy totalmente agradecida a la academia. Pero realmente los comienzos fueron duros. Igual insistí, seguí, tuve muy buenos y malos profesores de los cuales gracias a esta actitud reflexiva pude aprender de todos.

¿Hubo algún maestro que te marcó? Aprendí mucho de un maestro que trabajó desde la interioridad y tuvo muy pocos alumnos que lo supieron comprender. Yo creo que lo comprendí y es el que más me ha aportado, es Arturo Izurieta. Él siempre expresaba que en el arte uno debe hacerse cargo de lo que ha hecho. Entonces esto producía muchos choques con mis compañeros. Él hacía un seguimiento, no atrás de la obra, en el proceso, sino que después de haberla terminado y te decía: “Hacete cargo ,si vos hiciste esto, no hay explicación”. Había entonces que develar qué era lo que se expresaba y a partir de ahí, seguir. Arturo no te imponía una forma de hacer, sino que simplemente te hacía cargo de las decisiones que habías tomado. Eso es ser un artista. Ser un artista es tener la capacidad de elegir, desde la libertad y de la fidelidad que uno tiene con su interior. Y no elegir desde lo que dirán los demás o desde lo que está de moda, de lo que impone la sociedad o lo que le va a gustar al otro. Entonces es hacerse cargo que uno tomó esa decisión y si está bien o mal, hacete cargo…

¿Aplicás esa técnica en tu taller? Sí totalmente. En mi taller yo trato de dar los medios y que el alumno pueda elegir y hacerse cargo de esa elección. Porque ser artista es constantemente estar eligiendo, y a partir de esa elección, armar una poética personal, un mundo nuevo. Y esa poética se fundamenta en un pensamiento que es visual, que no es racional y que necesita de un lenguaje para poder transmitirlo y llevarlo al mundo. Ese lenguaje por un lado tiene que ser coherente con ese pensamiento visual y por otro se de plantear de una forma que convenza a los demás, y esto es lo más difícil. Como diría Picasso, persuadir a los demás de la verdad de mis mentiras. Tengo que seducir al espectador de que se meta en mi mundo, se apropie de él y lo transforme en su propia realidad.

¿Cómo se da esta apropiación? El artista no es un dictador que tiene que imponer el sentir del espectador y que se entienda un mensaje que es único, el propio del creador. Una vez que el artista ha hecho su obra, el artista es espectador de su obra y la completa otro que esté viendo mi obra y que también es artista porque crea otros sentidos distintos. Y desde ahí la obra se convierte en un elemento fundamental para la sociedad, que es lo que estamos trabajando acá en Centro Arte Cultura: el arte como un elemento transformador y generador, y que es una verdad, es decir una conjetura paradojal de cada persona. Es una conjetura porque es una verdad, pero a la vez es una paradoja porque es algo que no es comprobable, pero que es una verdad porque el artista cree y tiene fe en esa conjetura. Entonces desde ahí podes seducir y hacerla creíble a otro que puede tomarla y tener la libertad de generar otra realidad. Por eso la obra es constantemente transformación y devenir, en tanto está compuesta por elementos que se van transformando en el espacio. No hay un fin.

¿Cómo surgió el querer enseñar a otros? Por una necesidad. Siempre sentí cómo los profesores eran egoístas con el conocimiento. Yo en cambio, siempre tuve una forma de ser donde nunca tuve miedo a dar. Considero que el enseñar es un constantemente dar y acompañar, contener en las angustias de la creación. Enseñarles a disfrutar que es lo que a mí me faltó porque no he tenido la contención, el acompañamiento que necesitaba en muchas ocasiones, pero a partir de que puede hacerlo sola, hoy enseño de una forma diferente.

¿Qué se aprende en el taller? Hoy en día se cree que el conocimiento es acumular información, y sin embargo en la actualidad es impresionante la cantidad de ignorantes. Hay una saturación de información. El conocimiento básico aquí en el taller, es adquirido a partir del desarrollo de la capacidad de la imaginación y la intuición de cada persona que se une al proceso de aprender a seleccionar, a organizar, vincular y gestionar la información que reciben. Si se tiene esa capacidad, van por buen camino. Se trata de estar seguro de la verdad de uno en la inseguridad porque esa verdad va a estar en constante transformación y cambio; esa es la aventura de aprender a caminar en la incertidumbre y a ser feliz en ella. A veces se está dentro de lo seguro y se es feliz, caminas por lo ya conocido, pero esto es momentáneo llega la incertidumbre y no se es más feliz. Pero es posible encontrar la felicidad en la incertidumbre, y si uno lo consigue es verdaderamente feliz porque uno se encuentra con uno mismo y alcanza una seguridad que es interna y que hace valer la propia interioridad, tu alma, tu pensamiento. Entonces no importa la crítica externa, lo único que vale es tus creencias, tus raíces.

¿Cuál es tu rol como profesora de taller? Trato de no ser una profesora que este digitando y diciendo que es lo que tiene que hacer el alumno, sino ser nada más que un mero compañero en las búsquedas internas y un guía que de las herramientas necesarias para que ellos puedan vislumbrar su mundo interior.

¿Cuáles son esas herramientas? Las herramientas necesarias son el conocimiento formal estético y el conocimiento, que es fundamental y no se enseña en ningún lado, que es poder fortalecerse en enfrentar la elección. Cada situación frente a la obra es muy distinta. En cada obra hay que enfrentarse a un mundo nuevo, donde los conocimientos que uno posee, deben ser adaptados, modificados, a eso desconocido. Al no haber una regla fija, una receta, se genera mucha angustia, mucho miedo. Entonces lo que uno tiene que hacer es enseñar y acompañar al alumno es en esos miedos, a poder enfrentarlos, porque esos miedos no desaparecen, hay que asumirlos, trascenderlos. En la elección del artista está la conformación de un mundo diferente y que ese mundo tiene que ver con la fidelidad y con la visión interna de cada uno, por eso las clases si bien son grupales, son personalizadas. Y cada uno desarrolla su trabajo en su tiempo y en medida de sus necesidades. Respeto el mundo interior, las raíces y las creencias de cada alumno. Eso es fundamental en el taller. Centro Arte y Cultura es para quienes estén decididos a involucrarse y meterse dentro de su mundo interior. Involucrarse significa mezclar, confundir, y salir a luz. Afrontar miedos y aprender a elegir en esa confusión. Aprender a caminar con los miedos y ser feliz con los miedos, es lo que aprendí en mi vida. Aprendí que lo importante es tener creencias en las propias verdades. Mis alumnos así, fortalecidos podrán hacer válida ante la sociedad, su realidad. Y que no es la realidad de todo el mundo…

 Clarín . Periódico. Buenos Aires. Argentina. 2003.
"Gente en foco"
"Sus pinturas tridimensionales juegan con las formas y colores "

Marcela Gásperi es una artista de Villa Devoto. Ahí tiene su taller, donde les enseña a más de 50 alumnos.
Pisar la casa de Marcela Gásperi significa entrar en su propio mundo. Un portón de hierro celeste separa su taller reciclado de la calle pareja y al traspasarlo, la sombra de los tilos inunda el patio con la frescura matinal. Adentro, entre sus obras, Marcela cuenta: "Soy artista desde siempre." Y su historia lo confirma: a los siete años, como me la pasaba dibujando mi mama me llevo a un taller y desde entonces no paré". Explica.
Y después de años de estudio y de práctica llego a encontrar un estilo. "Mi obra no tiene definición. Son pinturas- objetos. Me gusta lo tridimensional y jugar con las formas y los colores", cuenta. Y en su casa de Devoto exhibe algunos de sus trabajos que por falta de espacio tuvo que sacar de su taller y llevarlos al living. "El arte me fue invadiendo", dice entre estructuras verdes y rojas, aptas para que el publico juegue con ellas, "Porque de eso se trata el publico puede armar sus propias obras y de esa forma mi creación no tiene fin ", aclara.
Expuso en el Centro Cultural Borges, en Recoleta, en el Bellas Artes, y ahora tiene una serie de esculturas en el Museo Larreta, en Belgrano. Sin embargo ella prefiere otro paisaje: "Me gusta escuchar los pajaritos, el perfume de los jazmines y los tilos, y el silencio de Devoto. Acá el cielo es mas claro y guarda la tranquilidad de los barrios". Ahora a los cuarenta (aunque parezca de veinte) pasa sus días creando y dando clases en sus talleres de Devoto y Palermo a más de 50 alumnos.



“Arte cinético y neocinetismo”
Hitos y nuevas  manifestaciones en el siglo XXI.  Elena Oliveras
Arte y Juego
Las formas geométricas incluidas en los cubos y prismas de vivos colores de la serie de Gásperi recuerdan la obra de un representante clave del concretismo argentino, Raúl Lozza. Pero mientras Lozza buscaba eliminar el ilusionismo, haciendo que el “hecho físico” coincidiera con el “efecto psíquico”, Gásperi busca lo contrario: que la ilusión se imponga por sobre el dato físico “real. Figuras y fondos de vivos colores (verdes, rojos, naranja, azules, violetas, amarillos) contenidas en volúmenes, son los antagonistas que quieren imponerse en la lectura que realiza el espectador. Por momentos, algunas formas son vistas como “figuras” que desplazan a sus acompañantes, convirtiéndolos en “fondos”. Pero los roles se invierten y en el cambio, en el pasaje de una alternativa a la otra, se produce una suerte de oscilación, y con ella, una sensación de movimiento.
No solo las formas -colores “juegan” entre sí; también  lo hace el espectador que puede cambiar una y otra vez la posición de los cubos o prismas. De este modo, se convierte en co-autor de un producto programáticamente abierto. “Hoy vi una obra que solo yo pude verla”, señalo un espectador-participante de la obra de Gásperi, quien resume su programa operativo en estos términos:
Permanencia en lo fugitivo / devenir de transformaciones / acontecer abierto a la sorpresa / incertidumbre–asombro / unidad en la diversidad / develamiento de posibilidades / el sentido en la elección / jugar a ocurrir/ jugar a crear / jugar a jugar. 



LAPIZ 158/159. Revista Internacional de Arte. España.1999.
 La Escultura Argentina. La Escultura sin fronteras
Por Elena Oliveras 


La escultura de las últimas décadas pone de manifiesto un fenómeno que también afecta a otras áreas de las artes plásticas: la dilución de los limites. Y aun cuando un sector importante de escultores argentinos continúen trabajando dentro de los limites instituidos, artistas de los 90 y de anteriores generaciones pero igualmente contagiados del espíritu del tiempo hacen de ella un campo sin fronteras de singular interés.
 Imbricada en otras disciplinas, la escultura es un género "que ocurre" (y lo viene haciendo desde las primeras décadas del siglo), mas allá de los parámetros del peso, la masa o el volumen y de las técnicas del tallado, fundición o modelado. Reclama un nuevo estatuto, al tiempo que gana soberanía sobre otros terrenos y que es conquistadas por estos. ¿Quién tiene el poder del mando? La pregunta es estéril habida cuenta de la vocación transdisiplinaria del arte actual.
Deslimitando áreas acotadas los artistas juegan (seriamente) con el desborde. Y al hacerlo ponen de manifiesto un "fenómeno de exceso". Sus poéticas resolutivas comportan un tipo de acción auto regulada, un "automovimiento" propio del ser vivo" lo que esta vivo lleva en sí mismo el impulso de movimiento es auto movimiento. El juego - explica Gadamer- aparece entonces como el auto movimiento que no tiende a un final o una meta, sino al movimiento en cuanto movimiento, que indica, por así decirlo, un fenómeno de exceso, de la autorepresentación del ser viviente".
La consecuencia primera de este exceso es la superación de la categoría de " lo característico". El color, cualidad sensible propia de la pintura - que aporta, de acuerdo a Souriau, la "diferencia principal ( sino única y suficiente)" con las otras disciplinas- se convierte también en una de las qualia sensibles propias de las nuevas formas de escultura. (…)
No solo la escultura es una técnica " bisagra" que conectan con otras disciplinas, El deslimite también se estimula desde el campo de la pintura, del grabado, o del arte textil. Las disciplinas "intrusas" traspasan entonces las fronteras de sus respectivos territorios para arribar a la escultura, alcanzando e muchos casos el área de dimensiones variables, deslimitada, de la instalación. Pintoras como Marcela Gasperi o Lucia Warck-Meister, grabadoras como Matilde Marín, Andrea Juan o Zulema Maza y artistas que, como Silvia Gai o Feliciano Centurión, operan con la técnica artesanal del bordado o del tejido, concretan con sus obras border , ese fenómeno generalizado de desterritorialización.


Marcela Gásperi (1963) retoma en los 90 la herencia del cinetismo, movimiento que tuvo entre sus filas a u altísimo porcentajes de latinoamericanos y, en particular, de argentinos. Como algunos de ellos, Gásperi vuelve a encontrar motivación e las posibilidades detransformación de la obra por la acción física del espectador. En su obra, fragmentos de planos pictóricos se transforman paulatinamente en cuerpos instalados en el espacio que aceptan la manipulación creativa del receptor. Cuerpos acostados, parados o apoyados sobre la pared remedos del ser vivo, que pueden transformarse en el contacto con el Otro. Cuerpos abiertos a la co-autoría, a la sorpresa de lo imprevisto y de lo nunca igual que llevan a decir: "Hoy vi una obra que solo yo pude verla". (….)


ba. Revista de Arte de la Universidad de Palermo y de Centro de Arte y Comunicación CAYC. Nº 4. 2000. Con el auspicio del Museo Nacional de Buenos Aires, Argentina.
El arte de los noventa en la Argentina
Por Jorge Glusberg

Trazando una línea divisoria a partir de los nacidos en 1955 y utilizando un criterio diacrónico en la selección, Buenos Aires Bellas artes propone quien es quien entre las múltiples vertientes del arte en la generación del 90. Un recorrido por la obra y la propuesta de los responsables de la nueva estética, en la década que acaba de finalizar.


"El arte de la segunda mitad de siglo xx es un reconocimiento a la naturaleza conceptual de todo arte", Ha señalado Josep Kosuth, uno de los fundadores de esa tendencia.
El conceptualismo inauguro el discurso artístico que ejemplifico las contradicciones de la Modernidad y desarrollo, a la vez, nuevos caminos para la indagación sobre el arte y sus funciones. Es evidente que, desde entonces, todo arte es ineludiblemente postconceptual, y se trata de una ruptura epistemológica, -en términos de Gastón Bauchelar, como reacción a la figuración y al Pop art. (….)
"El eclecticismo es el grado cero de la cultura contemporánea", escribía Jean - François Lyotard, el autor del hoy casi legendario ensayo La condición post moderna (1979. Cesantes las vanguardias y su observación por lo nuevo y por la ruptura con la ruptura en que había terminado la Modernidad , los artistas recobran los estilos históricos y sus expresiones estéticas son dominadas por los "neopostmodernidad"
Nada es definitivo. La complejidad de la urdimbre en las manifestaciones que nutren y enriquecen al arte Argentino del fin del milenio, se resiste a la sistematización y a la clasificación. Pero creemos que es factible señalar algunos hilos conductores en esta continuidad discontinua categorización teórica. (La figuración critica, cultura de lo surreal, Neoconceptualismo, Neoabstraccion)
  Neoabstracción

La abstracción geométrica, realizada por las más antiguas civilizaciones humanas y también por las más recientes de la vieja América, entra en el arte de Occidente desde el Este, desde la Rusia de 1913, donde Casimir Malevich la rescata en términos estéticos y religiosos. El constructivismo soviético, el neoplasticismo holandés, los desarrollos del Bauhaus alemán y el arte concreto europeo de la década del 30, son las etapas posteriores.
Veinte años después de la muestra de Pettoruti ( 1924) y bajo la influencia del uruguayo Joaquín Torres García, aparece en la Argentina la geometría sensible de la cual derivan el Concretísimo, el Movimiento Madi, (1944) y el Perceptismo ( 1945 a 1947. Con estos creadores locales nace el arte experimental y la teoría de la pintura. Los grupos se disuelven hacia 1955.
Tomas Maldonado abandona la pintura en 1956, pero seguirán trabajando Manuel Espinosa, Claudio Girola, Alfredo Hlito, Ennio Iommi,
Carmelo Arden Quin y Raúl Lozza. La tendencia continua en la década del 60 con el arte cinético y el óptico (op art) donde aparecen Hugo Demarco, Horacio García Rossi, Julio Le Parc, Luis Tomasello y Gregorio Vardanega, y la llamada nueva abstracción con Cesar Paternosto y Alejandro Puente. (…..)
Las obras de Marcela Gásperi (1963) son abiertas y forman también verdaderos juegos del lenguaje artístico-espacial. El espectador esta invitado a jugar el juego del arte, en una situación de intercambio permanente. Pinta formas geométricas sobre volúmenes: cubos, esferas, prismas de base triangular duplicando así el sistema de signos plásticos.

Clarín. Periódico. Buenos Aires. Argentina.1999. 
2.000 EL SIGLO QUE SE VA - EL MILENIO QUE VIENE: ARTE / ULTIMA NOTA 
La Nueva Pintura
Por Elena Oliveras
Las vanguardias de principios del siglo desembocan en obras para las que se utilizan, en los 90, desde telas y tejidos hasta objetos domésticos de plástico. El nuevo arte es inclasificable.
Si se intenta buscar algunos rasgos que marquen la diferencia del arte de este siglo con el de los anteriores, no se podría dejar de incluir entre ellos la disolución de los límites de las disciplinas tradicionales. Año tras año, se reiteran los salones sin disciplina, abiertos a artistas en general, no ya a pintores, grabadores y escultores. Pero, además, esta disolución de las fronteras entre las disciplinas es parte fundamental del estilo -la poética- de más de un artista. Por eso no es extraño que los premios de escultura puedan recaer en fotógrafos y videoartistas. Lo que importa, en esos casos, es que, más allá de los medios utilizados, se concrete un pensamiento escultórico original. Entre los artistas argentinos de las últimas décadas, Danilo Danziger, por ejemplo, opera en la tercera dimensión -la de la escultura- como si fuera un pintor. Danziger utiliza láminas de metal dobladas, sobre las que aplica trazos y pinceladas al óleo. Sus esculturas pictóricas sorprenden por su aspecto liviano, como si fueran de papel o cartón. En el límite de la escultura se sitúan ambiguos trabajos de artistas de los 90, como las lámparas artesanales de Omar Schiliro, los respaldos de Fabio Kacero y las pequeñas maquetas de edificios de Sebastían Gordini.A esto se suma el aporte de un maestro como Enio Iommi, que recurre a los más humildes objetos domésticos -pavas, cacerolas, coladores y baldes de plástico- para tratarlos con la mayor dedicación escultórica. Rallador vs. espacio, por ejemplo, indica la lucha programada entre el objeto y la escultura. No sólo la escultura y el objeto con técnicas bisagra que conectan con otras disciplinas. La disolución del límite también se ve desde el campo de la pintura, del grabado, del arte textil. Es a través de la pintura que Marcela Gásperi llega a la escultura, sin que esto anule sus orígenes pictóricos. (…) en suma, una misma corriente, un mismo arte indisciplinado, inclasificable, que invita al espectador a ejercitar el sano ejercicio de la duda. 

Texto de Presentación Catálogo Muestra pintura-objetos. Fundación Banco Patricios . Buenos Aires. Argentina. 1995.
"Entre el rigor y la intuición"
Por Fermín Fèvre
Las pinturas - objeto, casi todas corpóreas que viene realizando Marcela Gásperi en estos últimos años tienden a dar movilidad a los planos. De tal modo sus obras nos sacan de la percepción visual de lo pictórico y nos llevan a situarnos en una perspectiva distinta.
Por medio de relieves o de cuerpos pintados, invade el espacio real y hace que se produzca en él esa nueva interacción. A su vez, los cuerpos pintados son contenedores de formas que se desarrollan fragmentando los espacios, creando relaciones de oposición y complementariedad. Combina en todos los casos el rigor que le viene del concretísimo con un sentido de la libertad y la gratuidad que tiene características propias.
Quienes han cultivado este tipo de arte, en general se han basado en el rigor matemático. Marcela Gásperi tiene la particularidad de romperlo mediante un juego libre de formas y espacios. En el sube y baja de la razón y la intuición esta artista juega con el equilibrio y aún con su ruptura en favor de lo intuitivo. Por eso sus obras no nos producen monotonía visual y nos ayuda a sumarnos en su favor con un sentido lúdico y participativo.




La Maga. Revista Cultural. Buenos Aires. Argentina. 1999.
Artista joven
 Marcela Gasperi: "Me gusta incomodar al espectador"
Por Julio Sanchez


La empresa Telefónica de Argentina creo el Fondo Telefónica de Promoción de la Pintura Joven , un conjunto de 26 pintores entre quienes se encuentra Marcela Gásperi .
Con cuadros de dos colores planos y formados por bastidores de pequeño tamaño, la artista eligió un camino difícil en la plástica, el de la reducción de los elementos plásticos, una actitud poco complaciente hacia el espectador que recién se acerca al arte contemporáneo.
En una sociedad marcada por la posesión, la acumulación y la exhibición, las pinturas de Marcela Gásperi dan un respiro, pues la principal preocupación de la artista es ocultar, reducir y eliminar. Sus trabajos son simples, casi siempre resueltos en dos colores planos, sin modular, con figuras geométricas flotando en la superficie pictórica y sin ninguna referencia figurativa; cada cuadro está formado por pequeños bastidores cuadrados. Muchas de las figuras recuerdan a las de Raúl Lozza o los artistas concretos, pero Gasperi prefiere identificarse más con artistas argentinos contemporáneos que también optaron por reducir al mínimo la información plástica como Fabio Kacero, Ernesto Ballesteros o Pablo Siquier, entre otros.
Gásperi se formó en la escuela Prilidiano Pueyrredón y nunca fue a otro taller, ya que se afirmó en su propio trabajo para llegar a lograr una imagen de tanta síntesis. "El primer trabajo abstracto que hice surgió de la idea de captación de tiempos simultáneos; partí de recursos muy obvios como transparencias o superposiciones. En mi obra transcurren simultáneamente diferentes opciones de movimiento y de recepción de imágenes de una forma abierta, el fondo se transforma en figura y viceversa. El espectador puede jugar e imaginar diferentes alternativas, puede crear diferentes mundos dentro de mi mundo, pero a la vez hay un orden, un estudio de estructura del espacio, cada uno de los fragmentos es una totalidad dentro de otra gran totalidad", afirma la artista sobre su producción.
Una de las características básicas de la pintura de Gásperies la fragmentación: cada obra es la sumatoria de otras más pequeñas. Para Gásperi esta preferencia se explica porque las formas que va encontrando "siguen con una fragmentación que se da fuera del cuadro, en la realidad misma, responden a una estructura interna pero también externa".
Como la obra de los minimalistas y la de los conceptualistas, la de Gásperi no es muy alentadora para los que recién se acercan al arte ya que el acceso no es muy fácil; al respecto la artista sostiene que "cuando el publico se planta delante de mi obra no sabe como ubicarse, como mirarla, se incomoda un poco y eso es lo que yo busco, (..)

Texto Presentación catálogo Muestra juega el juego.Centro Cultural Borges. Buenos Aires. Argentina. 1998.
Entre volúmenes y signos geométricos.
Por Jorge Glusberg .
Director del Museo Nacional de Bellas Artes


Fue Schiller, genio precursor del Romanticismo, quien postuló al juego como fundamento de la obra de arte. A fines del XVIII, sostuvo que el impulso sensible y el impulso racional del hombre se concilian y armonizan en el impulso lúdico para crear la "apariencia estética", esto es, el arte, opuesta a la "apariencia lógica", que, al confundirse con la realidad y la verdad, "sólo es engaño".
Plantea así dos ideas interdependientes: el hombre, con el arte, no debe sino jugar, y el hombre no debe jugar sino con el arte. Porque "sólo juega el hombre cuando lo es plenamente, y sólo es plenamente hombre cuando juega". Por cierto, no refiere el impulso lúdico al entretenimiento y la diversión sino a la fuerza biopsíquica en la que descansa la pulsión creadora del humano.
La nueva muestra de Marcela Gásperi (1963) reúne los dos conceptos lúdicos: el que atañe a la generación estética, y el que corresponde al esparcimiento humano. Sin embargo, el origen de sus obras, que señala el predominio de aquel sentido, inevitablemente embarga el segundo concepto. Cuando ella propone "Juega el juego", invita a los espectadores a jugar el juego del arte al que ella ha jugado ya, al crear estas esculturas de fibromadera y de hierro, que denomina "pinturas-objetos lúdicas".
En suma, el juego de la artista induce el juego del espectador, en una situación de circularidad y de intercambio permanente y diverso: cada espectador realiza un juego distinto, pero todos lo tornan en un juego continuo. En términos de Gadamer, no hay jugadores que hacen posible un juego sino un juego que hace posibles a los jugadores.
Gásperi utiliza volúmenes geométricos: cubos, esferas, paralelepípedos, prismas de base triangular; y sobre ellos pinta formas geométricas, duplicando así el sistema de imágenes (o de signos plásticos). La disposición de los elementos, ya sueltos, ya ensartados a lo largo de barras horizontales o verticales, implica la primera ocupación, inserción, en el espacio, encaminada a ofrecer al espectador una determinada percepción visual y una indeterminada posibilidad de interacción (juego).
Pero la falta de reglas lleva al espectador no sólo a desconocer el sentido de la obra sino a buscarlo y otorgárselo. Se trata, de obras abiertas, de verdaderos juegos del lenguaje (aquí artístico-espacial) según las definiciones de Wittgenstein, a partir de la teoría de que "el lenguaje es el uso". Las esculturas de Gásperi responden a un orden, como ella misma lo indica; pero ese orden deja de serlo con cada mirada a las obras en las cuales se ha corporizado. Por lo tanto, es un orden destinado a la aventura, a la fascinante aventura del arte.

Texto de Presentación Catálogo Muestra Ex-tensiones Espaciales. Galería Marienbad. Buenos Aires. Argentina. 1990. 
Por Jorge López Anaya

Marcela Gásperi , joven artista que exhibe su obra individualmente por primera vez, ha orientado su practica pictórica hacia un puritanismo lingüístico, aséptico pero inclinado hacia un uso "cálido" de los valores plásticos. Parece evidente que quiere salvar su pintura de los extremos, de las excentricidades posvanguardistas "calientes" por una parte y de la euforia vanguardista "fría" del constructivismo ligado sin críticas a la ciencia y la técnica, por la otra. 
Alguna vez se dijo que el artista es "el héroe trágico que al lado del trabajo industrial persistirá en su excepción" (J. Cassou). Pero hoy la mejor tradición histórica nos devuelve una imagen distinta de la relación del arte con el mundo moderno. La ciencia se atiene a la normativa y a la ley; la obra de arte, por el contrario, es singular, libre. Se abre al conocimiento como "metáfora epistemológica" polivalente.
Por eso en la obra pictórica de Gásperi, si bien afirma una posición sistemática y analítica, constructivista y geometrizante, está alejada del proyecto, "el design" tematizado por los artistas concretos y del opticismo de los neoconcretos. El suyo es un mundo formal dominado por el ritmo y el color que poseen un valor tautológico sin expresar realidad externa alguna ni contaminarse con experiencias físicas o existenciales.
En estas pinturas emplea formas primarias, económicas, manteniendo el control sintáctico del todo, provocando un fuerte impacto perceptivo que parece emanar de la propia esencialidad, de los aspectos más sistemáticos y conceptuales. Las superficies son pulidas, con voluntad objetivas. Pero nada traduce la estética de la máquina sino las intenciones de articular una pintura que juega en favor del lenguaje, de las combinaciones sintácticas de las superficies y los colores con su exacerbado timbrismo y sus contrastes simultáneos, sus postimágenes retinianas provocadas por los contornos de los planos.
Este neoformalismo tautológico de Gásperi está muy en consecuencia con el ensimismamiento minimalista y con el elementalismo neoplástico que interfiere la ortogonalidad con la rotación, datos a los que suma las enfáticas dispersiones fragmentarias que giran como molinetes en el centro de algunas telas.
En todo caso se trata de una plástica purista cuyo lenguaje se repliega sobre si mismo como si no le debiera nada al mundo, como si quisiera despojarse de todo contenido social e ideológico, de cualquier espesor semántico. Estos rechazos sistemáticos pueden advertirse fácilmente, aproximan las pinturas de Gásperi al arte más puro y autónomo en la acepción kantiana.

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